-Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
de pronto cambiaron todas las preguntas -Mario Benedetti-
Sabemos que los seres humanos estamos contribuyendo a destruir a la vieja MADRE TIERRA.
Los mares escupen nuestros residuos a la vez que envenan los peces, contaminamos el aire, los ríos, y la tierra, nos hemos envuelto en ondas electromagnéticas, los glaciares se derriten y la tierra desaparece bajo los mares, la flora y la fauna se extingue y emigra de su hábitat natural, la ahogamos con los incendios, destruimos la capa de ozono que nos protege, matamos a las ballenas que tiñen de rojo el mar, surgen nuevas enfermedades, nuestro organismo se debilita, consumimos más para aprovechar menos. Este planeta Tierra nos alerta, nos susurra, y pide auxilio, pero no lo cuidamos lo suficiente, prevalecen otros intereses, nos volvemos sordos. Como refleja la sabiduría popular “no hay peor sordo que el que no quiere oir”.
En parte, las personas también estamos saboteando nuestra existencia, llevamos un estilo de vida hacia afuera, nuestro mundo gira entorno al exterior, al trabajo, el gimnasio, las clases, el curso de …, los hijos, la pareja, la familia, los amigos, las redes sociales, la información o desinformación de los medios de comunicación, de lo que dictan las leyes comerciales, las modas, de lo que tengo, del resultado, …. Ya no nos queda tiempo para otra cosa, ni para descansar, ocuparte, conocer y cuidar de tu mejor amigo/a, TÚ.
Parece que nos tratamos igual que a la naturaleza, la dejamos en un segundo plano. Decimos “no tengo tiempo”, “siempre estoy ocupado/a”, “en otro momento”, “ahora no puedo”. ¿Te resulta familiar?.
¿Y qué tendría que pasar para que la Tierra se recuperara? ¿Qué tendría que pasar para tener TIEMPO para nosotros? Podrían pasar muchas cosas, o ninguna, pero actualmente hay un factor mundial que nos brinda esa oportunidad, llamado CORONA-virus, quizás algo de bueno nos depara esa “corona”, símbolo de la sabiduría, y el poder, ya que nos ha obligado a PARAR, A DETENERNOS, a hacer STOP
en el ritmo de vida que llevamos, y en el de millones de personas.
Éste virus, el que quita la respiración al hombre, es el que le está dando un respiro a éste planeta Tierra, a nuestra “casa”, y a los seres vivos que la habitan, le concede la oportunidad de recuperarse, regenerar los bosques, la flora, las profundidades marinas, las costas de los mares, que la fauna retorne a su hogar, que la contaminación se reduzca, y la atmósfera se limpie hasta en las más grandes ciudades, a que las aguas de los ríos sean más transparentes, …. Este diminuto planeta dentro del universo aprovecha la adversidad para desplegar todo su potencial, y ahonda sus raíces hasta llegar a tierra fértil para recuperarse por sus propios medios. La naturaleza siempre aporta una gran lección que podemos aprender y reproducir en nuestras vidas.
A los seres humanos ésta “corona” nos ha obligado a refugiarnos en nuestros hogares, y al mismo tiempo nos ha brindado la oportunidad de apearnos de ese ritmo de vida, interrumpir nuestra continuidad, para desapegarnos de hábitos y rutinas que afrontamos con prisa, y/o que nos perjudican, hacer ese stop del que hablamos, reflexionar acerca de tu vida y del mundo, reconocer que las fronteras son ficticias, que los ancianos deben recobrar su lugar de privilegio como en las antiguas tribus, observar la fragilidad de eso que llamamos vida, para ganar tiempo al tiempo, y para tantas otras cosas. Aún así parece que nos seguimos poniendo obstáculos, y nos lo ponen muy fácil. Las redes sociales, los medios de comunicación, miles de plataformas no dejan de enviarnos mensajes que nos invitan a mantenernos ocupados/as, distraídas/os, a llenar el día a día con distintas actividades y tareas, cursos, libros, a hacer todo lo que nos has podido hacer o no tenías tiempo, a ser productivo. Desde luego es un privilegio, es de agradecer y aprovechar, nos enriquece, pero todo es cuestión de que cada uno anteponga su voluntad y no dejarse llevar hasta el punto de que de forma inconsciente o consciente sustituyamos las actividades que antes ocupaban nuestro tiempo, por otras nuevas, y a un ritmo trepidante, sin descanso, con la sensación de no poder abarcarlo todo, y de que si no lo haces dejas de ser productivo. Se trata de que no decidan otros por ti, y que si lo haces es porque QUIERES y lo NECESITAS.
Con esto no quiero decir que dejes de hacer aquello que te gusta, ni que desatiendas tus responsabilidades, ni que sueltes hábitos y rutinas físicas y mentales saludables que te mantengan activo y sano/a, sino de que también puedes aprovechar éstos momentos para detener el piloto automático, marcar tus propios tiempos y ritmos, vivir a cámara lenta, parar, sentirte, cuidarte, descansar, escuchar tu cuerpo y tu diálogo interno, entenderte, respirar profundo y tranquilo/a como cuando eras niña/o, soltar, soñar en grande con aquello que deseas, disfrutar con calma de las pequeñas cosas cotidianas, de una conversación, saborear un café, disfrutar de la compañía de tus seres queridos y cuidarlos, deleitarte con música, leer ese libro que te apetece, bailar, contemplar la lluvia o un paisaje, o no hacer nada, sin más, sin esperar un resultado. Se trata simplemente de DESCONECTAR del modo HACER, y DEJAR PASO al SER, para así retomar el día a día, recalcular tus objetivos, y adaptarte a los cambios que nos depara la vida con la misma fuerza y serenidad
que lo ha hecho la naturaleza.
Ésta etapa de la vida dejará una huella de aprendizaje en nuestro camino, como las anteriores, y quizás a algunos nos haya servido para que llevemos a la normalidad del día a día eso que ahora llamamos excepción, tiempo para calmar nuestro mundo interior, cuidarnos y atender nuestras necesidades, para así observar tu vida desde otra perspectiva, tomar responsabilidad, y regresar a la "casa del corazón" de la que nunca debemos alejarnos,
Como decía el cosmólogo Carl E. Sagan tomemos la “responsabilidad de tratarnos a nosotros, y los unos con los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido en el universo, el único hogar que hemos tenido jamás”, la Tierra.
Tenemos la capacidad de contagiar el VIRUS DE LAS EMOCIONES,
una simple sonrisa, un abrazo, una mirada amable y atenta, una buena conversación, genera en tu cerebro una química que te hace sentir bien, y también al que lo recibe, es lo que los neurocientíficos llaman las “neuronas espejo”, así que si las emociones se contagian, repartamos emociones positivas, y más en éstos momentos en que tanto lo necesitamos.
-La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa-