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ARTÍCULOS


                      Del CIRCULO DE PREOCUPACIÓN AL CIRCULO DE INFLUENCIA
                                                  
                            El conflicto es uno de nuestros mejores maestros

Cómo estamos afrontando esta etapa excepcional de nuestra vida, realmente depende en gran medida en la actitud previa que ya adoptábamos frente a los retos que se nos presentaban en el día a día, tanto en el ámbito personal como laboral.

Desde luego que el coronavirus ha supuesto un punto de inflexión, ha despertado en algunos de nosotros una madeja de preocupaciones, pero en realidad algunos ya vivíamos envueltos en un mundo de preocupaciones presentes y futuras que ahora quizás nos parezcan insignificantes. Actualmente nos podemos sentir inquietos en cuanto a cómo puede afectar a nuestra salud, a la de nuestros seres queridos, que será de la situación económica, la incertidumbre de cuándo acabará, y comenzará eso que llamamos normalidad.

Cuando todo haya pasado, y haya transcurrido uno, dos o cinco años, y echemos la mirada atrás lo recordaremos no solo como un hito histórico, sino también como una fuente de superación, y a la vez como un reto de segundo nivel, ya que probablemente en un futuro se nos presentarán otras situaciones que vamos a vivir de una forma mucho más intensa emocionalmente (el fallecimiento de un ser querido, la ruptura con tu pareja, el distanciamiento con un hijo o ser querido, la pérdida de un trabajo, …). 

Cuando atravesamos una etapa de crisis podemos sentir ira, miedo o tristeza. La buena noticia es que podemos cambiar éstas emociones que nos invaden, y vivirlo de una forma más armónica, placentera, constructiva y gratificante, aumentando nuestra autoestima. No quiero decir que sea fácil, solo necesita entrenamiento, práctica, y enfocar nuestra atención en otra dirección, con herramientas que nos sean útiles para ello, y QUERER aprenderlas ya es una gran paso.

En todas las situaciones coexisten tres áreas, una es la externa, en la que no podemos influir, otra es la externa, en la que sí podemos influir, y por último, el área interna en la que siempre podemos influir, de manera que debemos concentrarnos en las dos últimas que están en nuestro margen de maniobra. El profesor Stephen Covey nos aportó hace años esa idea de trabajar en el círculo de influencia que podemos aplicar a ésta situación, o a otras venideras que nos resulten difíciles.

Se trata, en primer lugar, de encontrar el espacio adecuado, el momento oportuno, y el estado personal apropiado. A partir de aquí toma papel y lápiz y escribe de tu puño y letra cada una de las preocupaciones, inquietudes, incertidumbres que invaden tu mente de la forma más detallada y concreta posible, enuméralas. Esto formará TU CÍRCULO DE PREOCUPACIONES

El siguiente paso es el más importante, es la chispa que enciende tu llama, pregúntate de cada una de las preocupaciones enumeradas ¿qué es lo que puedo hacer yo?, ¿qué está en mis manos para cambiar ésta situación?, ¿qué depende de mi?. Escribe cada una de las respuestas que obtienes a cada preocupación enumerada, tómate tu tiempo y cuando creas que las tienes todas, reposa unos segundos y pregúntate ¿y qué más?, seguro que sigues sumando otras. Con las respuestas configuras TU CÍRCULO DE INFLUENCIA, es el más poderoso, es el que te va a ayudar a poner el foco en las soluciones, y te empujará a ponerte en marcha, emprender acciones para tomar esa cuota de responsabilidad que depende de ti, y ello precisamente es lo que hará crecer tu seguridad y autoestima. 

Ante cualquier situación podemos aportar algo, tomar acción, por pequeña que sea para cambiarla. Victor Franklin, catedrático de neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena, y Director de la Policlínica Neurológica Vienesa, super-viviente de los campos de concentración nazis, es buen ejemplo de ello, y así lo dejó plasmado es sus obras escritas al sostener que por extrema que sea una situación siempre tenemos la libertad de elegir la ACTITUD con la que queremos afrontarla. 

Éste ejercicio mental y/u otros ayudan a cambiar tu actitud, generan una energía positiva que te empuja a ser proactivo, a convertirte en el protagonista, a observar como tienes más influencia, más poder en tu vida de lo que pensabas, y a cómo las acciones que están en tus manos, por pequeños que sean, se convierten en grandes cambios que mejoran tu vida. Por el contrario si con nuestros pensamientos alimentamos la queja, y las preocupaciones, nos llenamos de victimismo, nos paraliza, dejamos en manos de los demás que resuelvan nuestras dificultades, nos produce un secuestro emocional que disminuye o anula nuestro círculo de influencia. 

Así que en qué equipo decides jugar, en el equipo de influencia o en el de preocupación, solo depende de tu elección, y de tu elección dependerá la victoria o la derrota de uno o de otro, porque tú eres el único jugador en este juego que es tu vida. 

                           Todo lo que no acaba conmigo me hace más fuerte -Nietzsche-

                                                 -Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
                                 de pronto cambiaron todas las preguntas -Mario Benedetti-

Sabemos que los seres humanos estamos contribuyendo a destruir a la vieja MADRE TIERRA. Los mares escupen nuestros residuos a la vez que envenan los peces, contaminamos el aire, los ríos, y la tierra, nos hemos envuelto en ondas electromagnéticas, los glaciares se derriten y la tierra desaparece bajo los mares, la flora y la fauna se extingue y emigra de su hábitat natural, la ahogamos con los incendios, destruimos la capa de ozono que nos protege, matamos a las ballenas que tiñen de rojo el mar, surgen nuevas enfermedades, nuestro organismo se debilita, consumimos más para aprovechar menos. Este planeta Tierra nos alerta, nos susurra, y pide auxilio, pero no lo cuidamos lo suficiente, prevalecen otros intereses, nos volvemos sordos. Como refleja la sabiduría popular “no hay peor sordo que el que no quiere oir”.

En parte, las personas también estamos saboteando nuestra existencia, llevamos un estilo de vida hacia afuera, nuestro mundo gira entorno al exterior, al trabajo, el gimnasio, las clases, el curso de …, los hijos, la pareja, la familia, los amigos, las redes sociales, la información o desinformación de los medios de comunicación, de lo que dictan las leyes comerciales, las modas, de lo que tengo, del resultado, …. Ya no nos queda tiempo para otra cosa, ni para descansar, ocuparte, conocer y cuidar de tu mejor amigo/a, TÚ. Parece que nos tratamos igual que a la naturaleza, la dejamos en un segundo plano. Decimos “no tengo tiempo”, “siempre estoy ocupado/a”, “en otro momento”, “ahora no puedo”. ¿Te resulta familiar?.
 
¿Y qué tendría que pasar para que la Tierra se recuperara? ¿Qué tendría que pasar para tener TIEMPO para nosotros? Podrían pasar muchas cosas, o ninguna, pero actualmente hay un factor mundial que nos brinda esa oportunidad, llamado CORONA-virus, quizás algo de bueno nos depara esa “corona”, símbolo de la sabiduría, y el poder, ya que nos ha obligado a PARAR, A DETENERNOS, a hacer STOP en el ritmo de vida que llevamos, y en el de millones de personas.

Éste virus, el que quita la respiración al hombre, es el que le está dando un respiro a éste planeta Tierra, a nuestra “casa”, y a los seres vivos que la habitan, le concede la oportunidad de recuperarse, regenerar los bosques, la flora, las profundidades marinas, las costas de los mares, que la fauna retorne a su hogar, que la contaminación se reduzca, y la atmósfera se limpie hasta en las más grandes ciudades, a que las aguas de los ríos sean más transparentes, …. Este diminuto planeta dentro del universo aprovecha la adversidad para desplegar todo su potencial, y ahonda sus raíces hasta llegar a tierra fértil para recuperarse por sus propios medios. La naturaleza siempre aporta una gran lección que podemos aprender y reproducir en nuestras vidas.

A los seres humanos ésta “corona” nos ha obligado a refugiarnos en nuestros hogares, y al mismo tiempo nos ha brindado la oportunidad de apearnos de ese ritmo de vida, interrumpir nuestra continuidad, para desapegarnos de hábitos y rutinas que afrontamos con prisa, y/o que nos perjudican, hacer ese stop del que hablamos, reflexionar acerca de tu vida y del mundo, reconocer que las fronteras son ficticias, que los ancianos deben recobrar su lugar de privilegio como en las antiguas tribus, observar la fragilidad de eso que llamamos vida, para ganar tiempo al tiempo, y para tantas otras cosas. Aún así parece que nos seguimos poniendo obstáculos, y nos lo ponen muy fácil. Las redes sociales, los medios de comunicación, miles de plataformas no dejan de enviarnos mensajes que nos invitan a mantenernos ocupados/as, distraídas/os, a llenar el día a día con distintas actividades y tareas, cursos, libros, a hacer todo lo que nos has podido hacer o no tenías tiempo, a ser productivo. Desde luego es un privilegio, es de agradecer y aprovechar, nos enriquece, pero todo es cuestión de que cada uno anteponga su voluntad y no dejarse llevar hasta el punto de que de forma inconsciente o consciente sustituyamos las actividades que antes ocupaban nuestro tiempo, por otras nuevas, y a un ritmo trepidante, sin descanso, con la sensación de no poder abarcarlo todo, y de que si no lo haces dejas de ser productivo. Se trata de que no decidan otros por ti, y que si lo haces es porque QUIERES y lo NECESITAS.

Con esto no quiero decir que dejes de hacer aquello que te gusta, ni que desatiendas tus responsabilidades, ni que sueltes hábitos y rutinas físicas y mentales saludables que te mantengan activo y sano/a, sino de que también puedes aprovechar éstos momentos para detener el piloto automático, marcar tus propios tiempos y ritmos, vivir a cámara lenta, parar, sentirte, cuidarte, descansar, escuchar tu cuerpo y tu diálogo interno, entenderte, respirar profundo y tranquilo/a como cuando eras niña/o, soltar, soñar en grande con aquello que deseas, disfrutar con calma de las pequeñas cosas cotidianas, de una conversación, saborear un café, disfrutar de la compañía de tus seres queridos y cuidarlos, deleitarte con música, leer ese libro que te apetece, bailar, contemplar la lluvia o un paisaje, o no hacer nada, sin más, sin esperar un resultado. Se trata simplemente de DESCONECTAR del modo HACER, y DEJAR PASO al SER, para así retomar el día a día, recalcular tus objetivos, y adaptarte a los cambios que nos depara la vida con la misma fuerza y serenidad que lo ha hecho la naturaleza. 

Ésta etapa de la vida dejará una huella de aprendizaje en nuestro camino, como las anteriores, y quizás a algunos nos haya servido para que llevemos a la normalidad del día a día eso que ahora llamamos excepción, tiempo para calmar nuestro mundo interior, cuidarnos y atender nuestras necesidades, para así observar tu vida desde otra perspectiva, tomar responsabilidad, y regresar a la "casa del corazón" de la que nunca debemos alejarnos,

Como decía el cosmólogo Carl E. Sagan tomemos la “responsabilidad de tratarnos a nosotros, y los unos con los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido en el universo, el único hogar que hemos tenido jamás”, la Tierra.

Tenemos la capacidad de contagiar el VIRUS DE LAS EMOCIONES, una simple sonrisa, un abrazo, una mirada amable y atenta, una buena conversación, genera en tu cerebro una química que te hace sentir bien, y también al que lo recibe, es lo que los neurocientíficos llaman las “neuronas espejo”, así que si las emociones se contagian, repartamos emociones positivas, y más en éstos momentos en que tanto lo necesitamos.
          
                    -La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo  interpretamos lo que nos pasa-
 DE PATITO FEO A CISNE
                                                                          "El pasado es una lección,
                                                                el presente un regalo,
         y el futuro una motivación"

     Como el patito feo del mítico cuento de Hans Christian Andersen, en alguna ocasión podemos haber sentido que no pertenecemos al entorno en que hemos nacido, o en el que nos desenvolvemos día a día, somos forasteros dentro de nuestra familia, del entorno laboral o académico, bien sea porque nos sintamos desatendidos en nuestras necesidades y/o emociones más primarias, incomprendidos, o bien por diferencias en el temperamento, en los valores, inquietudes, aspiraciones, aficiones, u objetivos de vida, lo cual nos obliga a emigrar y descubrir otros mundos para llegar a lo que podemos llamar nuestro verdadero “hogar”, el lugar donde encontrar una vida propia y con sentido.

      Pero, puede que antes de embarcarnos en ese viaje hayamos desatendido, postergado, y hasta enterrado nuestros más verdaderos anhelos. Inconscientemente nos hemos rendido ante la posibilidad de vivir en congruencia con nuestro verdadero "ser", abandonando nuestra necesidad de aprendizaje y evolución en el área que podemos identificar como nuestra pasión, dejando de desarrollar habilidades y capacidades inherentes a nuestra verdadera esencia, y desoyendo nuestra intuición.

     En ello han interactuado distintos factores como la necesidad de complacer las aspiraciones explícitas o implícitas de los demás, las limitaciones y creencias generadas desde nuestra más tierna infancia, y que seguimos cultivando en nuestra edad adulta, las presiones sociales o familiares, la manipulación de los medios de comunicación, el sistema educativo y laboral, los modismos, el ritmo de vida, los hábitos adquiridos, la experiencia vivida, … que han transformado nuestra vida en una vida que no nos pertenece, y que hemos dejado en manos de los demás.  

    Llegamos a la adolescencia sin adquirir una educación emocional, dentro de un sistema o entorno que no nos da la oportunidad de conocernos, buscar nuestra verdadera identidad, adquirir autonomía, poder de decisión, desarrollar nuestros verdaderos talentos y potencialidad, y aún así  nos obligan a elegir nuestro futuro, a qué queremos dedicarnos el resto de la vida, qué rol vamos a desempeñar en la sociedad, quién queremos ser, ... Si te sientes científica esperan de ti que debes ser médica, si quieres ser peluquero tienes que prepararte para abogado, si quieres ser filósofo tienes que convertirte en arquitecto, si quieres ser músico tienes que practicar deporte, ... , mientras tú disfrutas del sol, tu familia y/o entorno lo hacen de la noche. 

     En este estado y contexto, a lo largo del trayecto, y pese a todo, nos adaptamos e integramos en la sociedad, formamos nuestra individualidad dentro de la cultura y colectivo al que pertenecemos, afrontamos y conseguimos grandes desafíos, mostramos nuestra valía, y logramos ese sentimiento de orgullo y reconocimiento.

        Después de superar barreras que considerábamos infranqueables, y tomar importantes decisiones, podemos llegar a un nuevo ciclo, la “crisis existencial”, una inquietud vital que te cuestiona a ti mism@ con preguntas como, ¿qué sentido tiene mi vida?, en el que surge ese otro “yo” que  te dice que precisas imperiosamente exteriorizar lo que realmente eres, hacer cambios, cubrir ese vacío, tomar las riendas de tu vida, escribir tu propio guión, y pasar de espectador a protagonista, pues de lo contrario la energía entra en caída, y nos sentimos desmotivados, apáticos, desubicados, como una planta sin sol.

      Si tomas conciencia de esta situación, ya has dado el primer paso, y puedes optar entre seguir en la misma dinámica, y resignarte, o bien, entender tu bagaje como una estrategia para aprender y mejorar, y tomar una nueva dirección que te dirija a otra realidad de ti mism@, de los demás, del entorno en el que te desenvuelves, del mundo, con una actitud renovada, una nueva mirada, que te permitirá realizarte en cualquier ámbito de la vida personal y/o profesional, encaminarte hacia ese propósito de vida siendo consciente de tus decisiones, congruente con tus valores, y con una firme y alentadora motivación que surge de tu verdadera esencia, para así lograr ese “bien-estar” deseado. La vida es tan generosa que cada día, cada minuto, cada instante, te brinda la oportunidad de volver a empezar.
                                
                                         "No hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino"
EDUCAR PARA SER
                                                                   
                                                        La educación es lo que queda después de olvidar 
                                                                 lo que se aprendió en la escuela"- 
                                 
       La neurociencia ha corroborado que la educación emocional constituye una criterio preventivo y una cuestión vertebral para la salud y la calidad de vida de los niños, que debería de complementar y preceder al aprendizaje de los contenidos académicos, ya que determina en parte cómo sienten y viven la vida, y afrontan los retos que se le presentan en su presente, y en su futura etapa adulta, y que resulta de gran incidencia en la sociedad.

       La educación emocional de nuestros hijos es una tarea compleja que afrontamos sin recibir ninguna formación, y supone un gran cambio en nuestro modo de vida. En ésta intensa labor ponemos todo nuestro empeño, pero las prisas diarias, las rutinas, las exigencias sociales, ..., hacen que en ocasiones nos sintamos desbordados o perdidos, no sabemos cómo hacerlo,  cómo llegar a ellos. Lo cierto es que el nexo común entre la mayoría de los padres es el deseo de dar lo mejor a sus hijos, comprender su realidad, ayudarles a integrar habilidades socio-emocionales que le permitan ser felices y competentes en su infancia, y en las futuras etapas de su vida, y evitar las carencias o dificultades de los adultos de hoy, motivadas por vivencias de la infancia o adolescencia. 

         A lo largo de la vida atravesamos distintas etapas, pero la niñez y particularmente la juventud constituyen períodos de un intenso aprendizaje y transformación, un continuo proceso de cambio lleno de nuevas emociones y experiencias, de repente se alteran las reglas del juego, salen del ámbito seguro de la familia, y no saben dónde situarse o cómo afrontarlo. 

        Entender a los mayores y a uno mismo es todo un reto, y pueden sentirse superados y confusos por un aluvión de presiones del entorno social, en el ámbito académico, en el círculo de amistades, incluso dentro de la propia familia.  
 
     No existe una terapia ni una farmacopea para superar estas etapas de crecimiento y cambio, pero si una serie de herramientas para acompañarlos en éste difícil tránsito, que le permitan adquirir destrezas emocionales y sociales que puedan aplicar a lo largo de su vida, y que serán la clave para que se conviertan en adultos competentes y felices.

        Las distintas metodologías como Coaching, PNL, Inteligencia Emocional,Disciplina positiva, o la Comunicación no violenta, te ayudan en tu día a día en la inestimable labor de educar, y crear la familia que deseas en un entorno feliz y en armonía, y te aportan técnicas y herramientas para que aprendas habilidades para comunicarte con tu hij@, comprender que hay detrás de su conducta, gestionar y canalizar tus emociones, y las de tus hij@, facilitar que tu hij@ aprenda habilidades personales e intrapersonales para la vida, lograr que tu hij@ integre competencias sociales, comunicativas y emocionales, alentar el desarrollo del potencial y talentos de tu hij@, identificar el canal sensitivo más eficaz con el que comunicarte con tu hij@, generar que tu hij@ adquiera hábitos de vida sanos, y que gane autonomía, autoestima, y seguridad. En definitiva, poner el foco en soluciones, no en castigos ni premios., afrontar cada reto diario como una oportunidad de aprendizaje


                                                               -"Educar no es dar carrera para vivir,
                        es dar templanza para las dificultades de la vida"- Pitágoras


SOSTENER SENTIMIENTOS DIFÍCILES  
                                                     
                         Si no tomas el control de lo que piensas y sientes, otros lo harán por ti.

    El dominio de nuestro ser interior podría medirse en buena medida en la capacidad de reconocer y transformar los sentimientos difíciles. El dolor es un sentimiento que forma parte del ser humano, en muchas ocasiones entra en nuestra vida de repente (la muerte de un ser querido, el fin de una relación de pareja, el distanciamiento de un ser querido, una situación de conflicto, …), nos cuesta comprenderlo, integrarlo porque no hemos aprendido a gestionarlo, a darle cabida, y lo vivimos con los mismos patrones de comportamiento adquiridos fundamentalmente en nuestra infancia, y a través de las experiencias.

    Cuando esto ocurre puede ser que tengamos miedo, que neguemos o luchemos contra esos sentimientos (tristeza, rabia, frustración, miedo, ...) , y ello desencadena un malestar que te atrapa, contrae, te desconecta de la realidad y de lo que tú eres, te paraliza, confunde tu mente y tus reacciones, y pierdes la capacidad de asimilar los acontecimientos presentes. 

     Nos diferenciamos del reino animal en que tenemos la capacidad de pensar, y eso mismo provoca que en muchas ocasiones se perpetúe ese estado emocional que nos provoca dolor, porque en lugar de buscar una solución o aprender de ello, seguimos recreando una y otra vez aquella escena o situación unida a ese torrente de emociones asociadas.

    No hay emociones positivas o negativas, todas ellas pueden ser útiles, tienen una función adaptativa y saludable dentro del organismo porque nos ayudan a reaccionar inmediatamente frente a un estímulo, la cuestión está en cómo respondemos ante ellas. Las emociones están ahí para ser escuchadas, y es esencial entender qué nos quieren decir, y que aprendizaje podemos extraer de ellas. 

     Para superar el malestar que te produce ese acontecimiento, cambiar la perspectiva y transformarlo, debemos de aprovechar esa plasticidad neuronal que tenemos el privilegio de poseer, poner en macha todas nuestras capacidades, y una estrategia mental que nos guíe al estado emocional deseado.

    Cuando en lugar de luchar o negar esa situación que provoca que te encuentres contraído, reactivo, paralizado, o dolorido (estado CRASH), te mantienes centrado, abierto, atento, conectado y sosteniendo (estado COACH), puedes liberarte de ese sentimiento, para que deje de ser un conflicto interior, responderás de una forma más satisfactoria, y encontrarás nuevas opciones.

     La calma y el acompañamiento son fundamentales para soltar las emociones difíciles, y lograr un estado de serenidad interior, y relajación corporal y mental que te conduzca a contarte la historia de otra forma para que el malestar se relativice, encontrar su intención positiva, acoger aquello que te produce dolor para que encuentre espacio dentro de tu vida, confiar en el entramado de la vida, y sentir un alivio que te permita encontrar opciones para pensar, sentir y obrar de otra forma y en tu propio beneficio.

                                                     Hasta que el inconsciente no se haga consciente, 
                              el subconsciente dirigirá tu vida, y tú le llamarás destino - Carl Gustav Jung
                                                                                                                        CAMBIO Y MIEDO
                           Vivir no es dejar que pase el tiempo, es hacer una obra maestra de tu vida.
    No hay vida sin cambios, y no hay cambios sin vida. Los cambios forman parte de la vida, de la propia naturaleza, de todo ser vivo, todo está en continuo movimiento, nada permanece, la semilla que se convierte en flor, el amanecer en ocaso, el plenilunio en novilunio, el recién nacido que llega a anciano, la alegría en tristeza. 

     En muchas ocasiones esos cambios no llaman a la puerta, se imponen, entran en nuestra vida de forma inminente y abrupta, no traen una hoja de ruta, y nos sentimos perdidos, desubicados, nos resistimos a ellos, y nos hacen sentir incómodos. En otros momentos los cambios son deseados, y los llevamos a cabo. Y otros, no solo son deseados, sino también necesarios para vivir de una forma auténtica y plena, pero pese a haberlo intentado no logramos alcanzarlos, o quizás ni tan siquiera lo hayamos intentado. Creamos lazos tan fuertes con nuestro modo de vida, que preferimos permanecer en esa zona conocida y segura que nos ofrece comodidad, y desde la que pensamos que haremos frente a todas las amenazas, cuando en realidad esa resistencia al cambio es la mayor amenaza para nuestro bienestar.

    Tenemos muy enraizado en nuestro mapa mental ese rechazo a los cambios, porque tambalean nuestros cimientos, nuestros hábitos de ser y hacer, porque nos da miedo que ello suponga que perdamos nuestra identidad frente a los otros, porque suponen un enorme esfuerzo personal, y por esa creencia social y educacional de que es mejor permanecer en lo conocido y seguro. Todos habremos oído en alguna ocasión ese extendido refrán popular “más vale malo conocido que bueno por conocer”, y es que hemos sido educados para conformarnos, para permanecer en el mismo trabajo, en el mismo entorno, conservar los mismos estándares sociales, ... . ¿nos resulta tan difícil elegir entre una vida satisfactoria y vivir la vida que no deseas?, ¿alguien está eligiendo por ti?

    En muchas ocasiones ese rechazo al cambio viene acompañado del miedo, que forma parte de la emociones más básicas y potentes del ser humano, se activa automáticamente, y dependiendo de cómo lo usemos puede beneficiarnos o perjudicarnos, pero siempre, siempre supone un aprendizaje. El miedo surge del instinto de supervivencia, cuando roza nuestra zona de comodidad, con el propósito de protegernos ante eventuales amenazas o peligros, de cuidarnos, nos ayuda a tener cautela en espacios oscuros, ante situaciones desconocidas e inciertas, pero puede llegar a paralizar nuestros instintos y deseos más profundos y necesarios, estancar nuestro crecimiento, y la posibilidad de seguir y perseguir aquello que queremos, que daría más sentido a nuestra vida. Si algo no va bien en tu vida, y necesitas cambiarlo, el miedo debe protegerte pero no limitarte. 

    Es posible que surja un conflicto interior entre tu deseo y necesidad de cambio, y la tranquilidad, y control que te ofrece tu “territorio”, en el que todo es familiar. Pues que no te resulte extraño, a nuestro cerebro no le gustan los cambios, nos cuesta mucho incorporarlos, los podemos llegar a ver como intrusos que invaden nuestra área de seguridad, y comodidad. 

     Si te detienes a pensar unos minutos, en realidad a lo largo de la vida hemos afrontado y nos hemos adaptado a multitud de circunstancias nuevas. Da un paso atrás, ¿recuerdas aquel primer día en que te incorporaste a una nueva tarea en tu puesto de trabajo, comenzaste un entrenamiento para tu primera competición o para ponerte en forma, tus primeras clases de baile o de un nuevo idioma, te trasladaste a vivir a otra ciudad, tuviste tu primer hija/o, hiciste tu primer discurso en público, …?. En esos inicios nos sentíamos aprendices, novatos, inseguros, llenos de dudas y sombras, nos temblaban las piernas, titubeamos, fallábamos, pero a medida que avanzábamos nos superábamos, cada fallo se convertía en una lección para hacerlo mejor, hasta que conseguimos sentirnos como pez en el agua. Aquellas experiencias ahora configuran nuestra sabiduría vital, forman parte de nuestra vida, de eso que llamamos “hogar”. Así que todo será cuestión de brindarnos un poco de tiempo, e ir dando pequeños pasos para lograr aquello que deseamos, e integrar en ese viaje tu presente y tu pasado, porque el cambio no supone una ruptura con lo anterior, no hay que romper con nada, todo suma.  

     Si nunca llegas a coger el tren, no conocerás la próxima estación, ¿y si te estás perdiendo algo maravilloso, algo que ni te suponías que podría suceder?, ¿cómo te sentirás dentro de diez años si no lo intentas?, ¿cómo sabrás cuál sería el resultado si no lo has intentado?. Y realmente si algo no fuera bien, ¿podrías cambiar nuevamente de rumbo?, ¿qué vas a perder si lo intentas, y vives conforme a lo que sientes, a lo que dicta tu instinto, tú corazón?.
 
     La buena vida consiste en dar la bienvenida a los cambios, acogerlos, aprender de la nueva situación, extraer una nueva perspectiva que nos haga crecer, ampliar nuestro horizonte y nuestro estrecho mapa mental, y utilizarlo como un mecanismo evolutivo necesario para alcanzar nuestro bienestar, y un pedazo de felicidad.

               
             El problema no es que vayamos a morir, 
         sino que no sabemos como vivir. -Victor Hugo-

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